jueves, 24 de noviembre de 2011

Crítica de "Bost" de Ost 8/10

El País Vasco siempre ha sido muy propicio para las bandas de Rock duro y Metal en general. Desde hace hace más de dos décadas, podemos decir que tras la desaparación del RRV (Rock Radical Vasco), poco a poco fue originándose una escena que nos han dado grandes grupos, algunos de ellos con trayectorias longevas, como es el caso de los Su ta gar. Como parte negativa habría que destacar que muchos de los que siguieron ese camino fueron demasiado semejantes a los Suta. Resumiendo: Heavy metal del clasicote con patrones bastante repetitivos.

En los últimos años han surgido bandas que están renovando el panorama y que quizás aún no han logrado despuntar tanto dentro de Euskal Herria como fuera del modo que lo hicieron sus predecesores, pero eso no significa que no haya talento. Una de esas bandas son los bermeanos Ost, cuya propuesta podríamos simplificarla como Metal moderno a secas, con influencias del clásico por momentos, y con un sonido en este nuevo trabajo titulado "Bost" que, personalmente, me recuerda a los Berri Txarrak más bravos en algunos pasajes.

Concretando, si te gusta el Metal poderoso, descarado y actualizado al 2011, Ost son una gran posibilidad para tus oídos. "Bost" se compone de 11 temas que se pasan volando en una escucha sosegada, y que ya le gustarían firmar cualquier bandita de Escandinavia, de esas con bermudas molonas y flequillos cortados a cuchilla, de las que ocupan artículos de revistas especializadas sólo porque vienen de la madre de todas las escenas metaleras.

Aquí hay una inteligente combinación de furia y artesanía metalera, con cambios de ritmo bien ejecutados, una voz singular y reconocible (por fin!), guitarras actuales y una retaguardia bien firme en forma de base rítmica. ¿Y por qué no son más conocidos? Supongo que por una conjunción de factores entre los que está el idiomático o la débil apuesta de la mini industria euskaldun por la música talentosa si esta es guitarrera (si no estás en Elkar no existes).


En la apertura ya demuestran cuál es su talante con un "Loteria beltza" con partes veloces, de inspiración Thrash, en sexta velocidad, para bajar a segunda marcha en el solo de guitarra, y pisar de nuevo el acelerador en medio del mismo en búsqueda de un estribillo en el que los coros arropan bien a la voz de Kapi. La identidad de Ost se manifiesta mejor a lo largo de los siguientes temas, como "Ilargiarenak", una gran demostración de poderío, donde el doble bombo conduce a las guitarras hacia una movida composición, no tan furiosa como "Errespetua", que es ideal para un buen pogo.



Atravesamos la parte más descarnada de un gran trabajo, insisto, con "Ostikada" ("si quieres leña aquí tienes de la buena", es una buena declaración de intenciones!) y "Galderak III", y apuesto a que a la quinta vez que te pongas el disco te preguntarás cómo son en directo porque te gustará verles.



De lo más pegadizo es la versión de los míticos Errobi "Gure lekukotasuna". La original ya es magnética, y esta adaptación lo es aún más, con una mezcla de ritmo y un cierto panfletismo letrístico (entiéndase) ideal para los directos. En "Gure miraria" lo que destacan son las melodías vocales, que se presentan dulces en el estribillo, más que la media.

La experiencia acumulada a lo largo de casi dos décadas se manifiesta en la última pieza, "Kasualitatez", un medio tiempo de ocho minutos con detalles de voces femeninas (Izaskun Muruaga, de la banda local Lights of eden), con un aire progresivo que se evapora en la traca final, donde la furia vuelve a aparecer.

Ost han hecho un muy buen disco. Tienen algunas características que les diferencian de los demás, y eso ya es suficiente, pero lo más relevante, a mi modo de ver, es la carga positiva que introducen en el panorama metalero vasco con su sonido poderoso y refrescante.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Crónica de Devildriver y Machine head el 19 de noviembre de 2011 en Bilbao

Darkest hour, Devildriver, Bring me the horizon y Machine head
Sala Rock Star Live, Barakaldo
Precio: 27'50
Duración: de 19:05 a 23:30



Rob Flynn, en la recta final del concierto, dirigiéndose al público

Era una de las noches más esperadas por el público metalero en Euskadi desde hace meses. Era una de las giras del año, y las expectativas se cumplieron: sold out desde días atrás, una sala exprimida hasta sus últimas posibilidades para acoger al máximo de gente posible, y cuatro bandas en algo parecido a un estado de gracia. No creo que nadie saliera insatisfecho, salvo por los conocidos problemas de sonoridad de una sala cuyas carencias aún son más patentes en conciertos de tanta exigencia.

En síntesis, os avanzo que me fue imposible ver a la primera de las bandas, Darkest hour, que Devildriver demostraron de lo que son capaces en la media hora que tuvieron, que Bring me the horizon pasaron desapercibidos por gran parte de los asistentes, entre ellos yo, que no entendemos muy bien qué hace una banda así en ese cartel (sí lo sabemos, vender más entradas), y que hoy por hoy Machine head ocupan el trono del Metal, junto con Slipknot. Nadie tiene tanto poderío, tanta entrega  ni le pone tantas ganas a un directo como Rob Flynn y compañía.

Las puertas se abrían a las 18:30, y un gentío un tanto agobiante por momentos, ya se agolpaba para acceder a las primeras filas. Se palpaba el inicio de una gran noche de Metal. Tras la actuación de Darkest hour, una banda cuya música combina varios ingredientes de los grandes de esa noche, salían a escena los californianos Devildriver. Realmente, hay muy pocos grupos que tengan una trayectoria tan sólida y que trabajen tanto como ellos. Giran constantemente, en una búsqueda del éxito absoluto (que creo sinceramente que se merecen) en la cual no les importa ser una suerte de teloneros casi perpetuos: ahora a Machine head, antes, en Estados Unidos, a Arch enemy. Un disco cada dos años y algunas composiciones para la posteridad.

Tienen en el mercado "Beast" desde hace algunos meses, un disco rebosante de energía, muy cañero, mucho más que el anterior "Pray for villains", del que por cierto no tocaron nada ahora que reviso el repertorio. Y eso que para mí es de sus mejores trabajos. El cartel volvía a ser injusto con Devildriver al disponerles sólo de media hora, que no desaprovecharon en discursitos, solos ni florituras. Leña desde el principio, con la casi fija "End of the line" para abrir. Observo que en la zona central de la sala hay mucho movimiento, lo cual indica que hay muchos fans de Devildriver, y me gusta que vayan creciendo.

"Head on to heartache (let them rot)" cae justo después de que el gran Dez Fafara pregunte si hay alguien enamorado en la sala. Su presencia como frontman es rotunda, con un buen estado vocal si se tiene en cuenta la exigencia que se le requiere a la voz en una banda así. Nos presenta su último disco para contarnos que se abre con "Dead to rights". Dependiendo del lugar de la sala en el que se esté, uno percibe con mayor o menor nitidez una música que, en el caso de Devildriver, tiene muchos más detalles y matices de los que se puedan percibir en una primera escucha. "You make me sick" es la siguiente entrega, también del "Beast" para luego darnos una sorpresa en forma de "Not all who wonders are lost", del disco "The last kind words", una de sus buenas canciones que no suelen prodigar en los directos.

Con el ambiente cada vez más caldeado y con la banda entregada, la rítmica "Before the hangman's noose" empezaba a anunciarnos que el cronómetro no tendría piedad, y que estábamos en las últimas.




Pero antes del remate, demostraron que el repertorio estaba exprimido al máximo para contentar a quienes les veían por primera vez, que eran bastantes, por cierto. Fafara nos pidió que le ayudáramos con "every time you speak my name", de la poderosa "I could care less", y entonces el foso estaba preparado para el remate en forma de "Clouds over California", antes de cuyo arranque se quiso montar un buen circle pit al que me hubiera gustado entrar. Lo confieso.

No creo que esté en duda el hecho de que Devildriver son una garantía de calidad siempre, y que en una noche así era algo muy cercano al insulto que el lugar preponderante que merecen en el cartel se lo haya arrebatado Bring me the horizon.

El sold out se entendía, en parte, por la presencia de ese grupo, cuya base de fans tiene un perfil muy determinado. Muy respetable, pero distinto del de las bandas a las que acompañan. Así que muchos optamos por tomarnos un descanso, que sirviera para reponer fuerzas y volver a la sala, donde hacía un calor asfixiante, con la misión de coger un buen sitio.




Flynn, dirigiendo el concierto y animando al público constantemente

En la zona frontal de la misma esperamos hasta las 10 por Machine Head. El escenario estaba diseñado para que cada uno de los músicos tuviese su espacio y su protagonismo, empezando por el propio Rob Flynn. Un tipo que por fin ha conseguido alcanzar el cénit y situarse al nivel de los más grandes. Ha pasado muchos momentos malos a lo largo de su carrera, pero su hambre de éxito nunca ha desaparecido. Son otra banda que ha tocado donde ha podido. Su crecimiento radica precisamente en su entrega en el escenario, y seguro que no he sido yo sólo quien les ha visto superar ampliamente a quienes les acompañaban como cabezas de cartel.

Machine head son hoy el presente del Heavy Metal. Ellos y Slipknot no es que sean el relevo de los grandes (Maiden, Metallica, etc), es que ya les han relevado sin que nos hayamos dado cuenta. Entre el público había mucha gente joven, pero también muchísimos jevis experimentados, gentes que han visto pasar ya dos generaciones de músicos, y todos salieron absolutamente impresionados ante la fuerza y el empuje de Machine head. Un grupo que mantiene la capacidad de sorprender en la propuesta que hacen, por eso están hoy en lo más alto del Heavy Metal.

Presentaban su reciente "Unto the locust", un disco que yo defino como el "Black album" de Machine head, porque es el disco definitivo, el de la madurez, un trabajo que incluye potencia, rapidez, pausas, transiciones, composiciones elaboradas... En definitiva, que lo tiene todo. La sala era una olla a presión cuando se bajaron las luces y empezó la intro de "I am hell". Cuando Flynn subió al escenario y nos miró desafiante, parecía preguntarse de qué íbamos a ser capaces. El arranque del tema es lento, hasta que estalla, y entonces las avalanchas y los pogos hacen imposible mantener la posición.

El público recibe sorprendetemente bien el nuevo tema (¿Cuántos grupos pueden presumir de que la gente se sepa las canciones de sus últimos discos en la gira de presentación?). Cuando termina y se apagan las luces unos segundos el griterío es total. Nunca había visto la sala Rock Star así; he visto conciertos con el público en plan fiesta, como el de Accept, pero esto era distinto. Era como una catarsis, una necesidad de soltar adrenalina.

El riff de apertura de "Be still and know" es totalmente maideniano. Es un tema que explica por qué están donde están en el 2011. Estaban sonando como un tren a toda máquina. Los bombos de la batería parecían atravesarte el pecho, y las guitarras ambientaban a una sala en la que nunca habían sentido temblar el suelo... Hasta ayer. "Imperium" fue el primer gran momento de locura, como podréis ver en el vídeo que estoy subiendo. Sobran las palabras.





Tras esa locura, hube de procurarme un descanso en uno de los laterales. Si se mantenía ese ritmo hasta el final (hora y tres cuartos), o acababa deshidratado o con el esqueleto hecho papilla. Insistir en la figura de Rob Flynn puede parecer reiterativo, pero creo que nunca le había visto en semejante estado de gracia, con tanta fuerza, como una apisonadora. Pidiendo más ruido, preguntándonos si estábamos preparados, pidiendo puños en alto... Se acercó en muchas ocasiones a Phil Demmel, que es otro gran pilar de este éxito, al haber logrado encontrar el camino correcto para su guitarra. Y me sorprendió gratamente Dave McClain a la batería: mantener esa intensidad en aquella sauna en digno de admiración.



El ritmo apenas bajó ni un ápice durante el desarrollo del concierto: "The blood, the sweat, the tears", "Locust", "Aesthetics of hate", "Old"... Cada tema era una celebración, pero el cansancio no hacía mella en los músicos. La recta final era más o menos previsible, pero no por ello dejaba de sorprender: "Bulldozer", "Ten ton hammer", y tras la pausa, la especial "Halo" y la siempre presente "Davidian".


"He disfrutado como un adolescente", me decía uno de esos metaleros que ya han visto pasar a al menos una generación. Y es lógico. Acaba de pasar ante nuestras narices un bulldozer sin frenos. Este "Unto the locust", esta gira y su presencia en Wacken 2012 son la ceremonia a cámara lenta de la entronación de la banda más poderosa del momento. Machine head ordenan.