jueves, 16 de julio de 2009

Crónica del concierto de Metallica en Madrid el martes 14 de julio










Cristina y Rubén nos envían esta crónica con fotos del concierto de Metallica en Madrid, en su segunda noche en el Palacio de los Deportes. Una vez más, sensacionales.

Luzco con orgullo las “heridas de guerra” que me provocó el concierto de anoche: moratones, afonía, dolor cervical... Simples daños colaterales, resultado de haber incorporado la palabra “pogo” a mi vocabulario. Hasta que se vayan borrando, me recordarán durante algunos días las increíbles experiencias que viví en el Palacio de los Deportes de Madrid. Pero lo que no se borrará será la huella que Metallica, de quienes ya me siento parte, han dejado en mi corazón.

“The strong family of Metallica”. Así definió Hetfield al público que rodeaba el espectacular escenario central sobre el que, antes que ellos, descargaron con rudeza Mastodon y Lamb of God.

No me extiendo en los detalles obvios: 34 grados de temperatura, colas kilométricas en los aledaños del Palacio de los Deportes, fuertes medidas de seguridad, melenas al viento, predominio del color negro, teloneros de lujo y katxis a 10 euros. El concierto de Metallica, previsto para las nueve, comenzó con unos veinte minutos de retraso. Para entonces, ya habíamos flipado con el montaje que teníamos frente a nosotros. El enorme escenario central y los sets de iluminación con forma de ataúd sobre él prometían. Las pruebas de sonido, también. “¡Cómo suena esa batería!”, “¡Qué limpia suena esa guitarra!”. Éramos un manojo de nervios. Y todavía no habían salido nuestros hombres.

Pero cuando lo hicieron, con todas las luces apagadas, los gritos y aplausos de las 20.000 almas allí congregadas ahogaban los acordes de “The ecstasy of gold”, ya imprescindible para sus aperturas. A continuación, ya posicionados, descargaron “That was just your life” al tiempo que inundaron el pabellón con unos electrizantes rayos de luces de colores. Sin dar tregua a asimilarlo, le pegan a “Broken, beat and scarred”, haciendo creíble lo increíble: sonaban más y mejor que en el disco.

The four horsemen” y “The memory remains” fueron las siguientes. Un comienzo atípico pero absolutamente enérgico. Habían tocado sólo cuatro canciones, no acababa más que de empezar, pero había pasado ya más de media hora y llegaba el momento de bajar el pistón. Cuando empezaron a sonar los efectos bélicos que preceden a “One”, resulta que lo que vino después fue “Fade to Black”, para delirio de todo el personal.

Tras esto, un inspirado, emocionado y sonriente Hetfield se dirigió al público para decirnos que somos de su familia, y entonces nos preguntó si queríamos más. Por supuesto que sí, y nos lo dieron. Porque “Sad but true” sonó brutal. Yo seguía en pleno éxtasis cuando escuché el comienzo de “No leaf clover”, y sin creerme lo que estaba viviendo, me dejé arrastrar por la marea y en este punto del concierto ya me encontraba a apenas ocho metros del escenario. Viendo de cerca a la mejor banda del mundo.

Uno de los momentos que más mágicos me parecieron fue el solo de “The day that never comes”, que ejecutaron con una insólita precisión y en la que el trabajo de Hammet fue soberbio. El otro momento llegó con “Nothing else matters”. Sin ser mi favorita, mirar alrededor mientras Hetfield la entonaba era como estar mirando al cielo: allá, en las gradas, todo el mundo estaba en pie, para captar el momento, y las lucecitas de los móviles parecían estrellas. Fue muy emocionante.

Cayeron muchas esperadas, como “Master of puppets” o “Enter Sandman”; otras no tanto, como “Hit the lights”, y unas cuantas del nuevo disco, incluida la demoledora “The end of the line”, que sonó, cómo definirlo, muy “gorda”. Todas ellas mantuvieron al personal dándolo de todo de principio a fin. Igual que los propios componentes de la banda, que dieron el que, a mi juicio, ha sido el mejor concierto de los cuatro que he visto de Metallica. El sonido fue excelente; las interpretaciones, clavadas, los músicos muy entregados. Ulrich está en plena forma, y qué decir del incombustible Trujillo, del elegante Hammet y del delicioso Hetfield, que estuvo afinadísimo.

La parte final fue apoteósica. A la ya mencionada “Enter Sandman” se sumó “Seek and destroy”, con lanzamiento de balones gigantes incluido, por supuesto de color negro, y las luces encendidas iluminándonos al público, porque todos éramos Metallica en el Palacio de los Deportes.

Y cuando todo había terminado, daba la impresión de que Lars, Kirk, Roberto y James sentían que no tenían gestos suficientes para expresar su agradecimiento por la gran noche que habían pasado junto a “The strong family of Metallica”. No querían irse de allí. Tampoco había púas para todos, pero una de las cientos que lanzó Trujillo vino a parar a mis pies. La enmarcaré junto con la camiseta que ayer sudé viendo a la banda de Metal más grande de la historia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo estuve con los autores de esta crónica y suscribo cada una de las palabras que han escrito. Fue apoteósico, no tengo palabras y ya han pasado 5 días, cierto es que era "virgen" en conciertos de Metallica y me ha impactado especialmente.

Coincido en que yo también he estado en el concierto del mejor grupo de heavy metal de la historia.

Un beso Cris y un abrazo Rubén,
Alberto

PD: arriba esos Chivo!!!!!!!!