Cómo cambian las personas, este pasado sábado Doro actuaba en la Rock Star de Barakaldo, y Alice Cooper ponía la guinda del Azkena Rock Festival de Vitoria y yo, sin embargo, me decidí por ir a correr la Media Marathon de Donostia ahora que me he metido en el mundo del running. Me perdí ambos bolos, pero está aquí mi colega Cris Álvarez para dejarnos una estupenda crónica del show que ofreció Mr. Alice Cooper ante más de 13.000 seguidores, en un festival que el día anterior habían asistido a descargas de The Black Crowes o Soul Asylum. Ahí va para quienes no estuvimos y para quienes quieran recordarlo. Añado unos buenos vídeos.
Los empujones, patadas, y codazos; las más de tres horas de espera y el resfriado del día siguiente han merecido la pena porque puedo decir que por fin he visto a Alice Cooper, y de cerca.
A muchos se les hizo interminable el concierto de Fun Lovin’ Criminals, que actuaban inmediatamente antes que Alice Cooper. Los demás intentamos disfrutar de su directo, pero en mi caso, esto fue absolutamente imposible por varias razones. El sonido no era muy bueno, y lo poco que escuchaba quedaba lejano por culpa de la media docena de quinceañeros heavies de postal que había a mi alrededor, que se empeñaron en boicotear al grupo al tiempo que discutían con otro energúmeno que se me había colado delante.
En fin, acabaron los Criminals y comenzó la ahora más interminable espera, que venía aderezada por las cábalas que nos invitaba a hacer el telón que se encargó de ocultar lo que se estaba montando en el escenario. Suponíamos que habría sangre, espectáculo, y que no faltaría una guillotina.
Con un discreto y sospecho que calculado retraso, por fin dio comienzo el concierto. El primer golpe de efecto tuvo lugar incluso antes de caer el telón: tras él, unas sombras nos invitaban a adivinar que Alice Cooper estaba matando a... ¡Alice Cooper!. Cae el telón, cae el Alice Cooper de trapo y aparece este señor de 61 años que sin duda sabe cómo meterse a la gente en el bolsillo. Armado con un bastón, su primer guiño hacia el público fue tirar el objeto, que cayó muy cerca de donde yo me encontraba.
Cuando me encuentro en un concierto de estas dimensiones, me dejo llevar de tal manera que soy incapaz de enumerar cronológicamente las canciones, pero juraría que la primera fue “Under my wheels”, que sirvió como prolegómeno de la larga lista de éxitos que a lo largo de sus cuatro décadas de trayectoria ha cosechado el amigo Vincent Fournier. Inmediatamente después del numerito del bastón, echó mano de varias ristras de collares de perlas para lanzarlas al público al tiempo que entonaba “Dirty diamonds”.
En este punto he de decir que aproveché la confusión creada por el lanzamiento de los collares para situarme incluso mejor y más cerca de la primera fila, de la que me separaban apenas centímetros.
El señor Alice Cooper está mayor, sí, hay que reconocerlo, pero lo ceremonioso de sus movimientos y sus grandes dotes interpretativas, combinadas con unos calculados descansos en los que el protagonismo pasa a los músicos, hacen que esté presente incluso cuando no pisa el escenario.
Las canciones servían de excusa para crear el hilo argumental de una puesta en escena que comenzó con dos figurantes llevándose en una camilla al Alice Cooper ficticio. Poco después, la estrella desaparece, pero su ausencia queda perfectamente cubierta por el solo de batería a seis manos del baterista y los dos figurantes anteriores. Después, solo de flamenco del lead guitar.
Era posible flipar y preguntarse al mismo tiempo qué iba a ocurrir inmediatamente después sobre el escenario. Regresa Cooper con “Woman of mass distraction” y una bailarina ensangrentada que sin duda iba a ser la siguiente “víctima”. No contento con estrangularla (y se le veía muy diestro), la abofeteó (y llegados a este punto he de decir que me resultó un poco de mal gusto), y luego entonó “Only women bleed”. La joven desapareció unos instantes para regresar poco después con un carricoche de bebé, muy siniestro por cierto.
El siguiente número consistió en apuñalar al bebé a ritmo de “Dead babies”, para luego hacer lo propio con la inagotable bailarina que, no obstante, consiguió escapar y avisar a las autoridades para que llegaran a tiempo de poner una camisa de fuerza a Alice Cooper.
Insisto en que todo esto ocurría en el escenario y no ralentizaba para nada el ritmo del concierto, sino todo lo contrario. De hecho, incluso con camisa de fuerza era capaz de cantar el señor Fournier, hasta que al final se la quitó “burlando” de esta manera a las autoridades.
Pero sus esfuerzos fueron en vano, porque enseguida llegaron dos malos malísimos que se llevaron a Alice y colocaron una enorme horca sobre el escenario. Vale, todos creíamos que iba a ser una guillotina, pero el numerito de ahorcar a Alice Cooper estuvo muy logrado. Vamos, casi real.
Con Alice Cooper ahorcado terminó la primera parte de un concierto en el que habíamos escuchado en directo otros temas como “Feed my Frankenstein” (para delirio de los niñatos que estaban a mi lado) o “No more Mr. Nice Guy”. Esperaba un muy completo bis en el que nuevamente todo volvía a estar calculado, incluido el vestuario de Cooper, que esta vez salió al escenario ataviado con chaqué blanco, bastón y chistera entonando “Elected”. Le siguió “School’s out”, la esperada “Poison”, y un fin de fiesta con presentación incluida de banda y actores.
En conclusión, merece la pena pelearse por ver un espectáculo de estas características, que para mi gusto superó al de Kiss de Kobetas, y sin echar mano de tantos derroches. Y sí, Alice Cooper es mucho más guapo en persona...
1 comentario:
Buena crónica, se nota que lo disfrutaste... y eso me gusta. SAludos!
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