Como todos los veranos, este 2012 tenía algunos acontecimientos especiales dentro del Heavy Metal. Podemos señalar a Metallica con sus celebraciones de los 30 años en la música, interpretando el "Black album" en Europa, los conciertos de Black Sabbath en Birmingham y Download, la despedida de Scorpions de Wacken y dos giras exclusivas en Estados Unidos: The Tour con Kiss y Motley Crue y la reedición del Maiden England de Iron Maiden.
Metalbitacora tuvo la suerte de asistir a la segunda de las fechas de Iron Maiden en Irvine, California, una ciudad a unos 50 kilómetros al sur de Los Angeles con un anfiteatro al aire libre espectacular cuya capacidad ronda los 35.000 espectadores. Irvine es una ciudad universitaria, tocada por la bondad de la Dama de Hierro, pues esta gira veraniega de recreación de la presentación del "Seventh son of a seventh son" en 1988 era muy extensa en Norteamérica, pero no se repetía ningún emplazamiento salvo este. Su cercanía con Los Angeles y con el mítico Long Beach Arena, donde se grabó el "Live after Death", introducían un ingrediente épico más en esa noche.
Antes de entrar en detalles musicales, pues muchos de vosotros conoceréis bien el repertorio, me pararé en el ambiente previo. Los conciertos masivos en Estados Unidos son muy diferentes de los que se hacen en Europa. En primer lugar, se piensa en el espectador, con localidades numeradas, salvo en el foso, que es de dimensiones reducidas, en escalada ascendente para que los que están más cerca del escenario no tapen a los demás. El audio es excelente desde cualquier punto, y los puestos de comida, bebida y merchandising igualan, si no superan, a los que puede haber en un festival veraniego de dos días en España. No es tan difícil hacer las cosas bien si se piensa con la cabeza, y si se desea lo mejor para quien paga.
Al recinto se accede, casi en exclusiva, en coches particulares, lo que obliga a disponer de un parking, muy bien organizado a decir verdad, de tamaño descomunal, del orden de tres campos de fútbol. Allí aparcan todo tipo de artilugios sobre ruedas: todoterrenos de neumáticos tamaño tractor, Harleys tuneadas con las macarradas más originales, etc. En fin, América en estado puro. Numerosos latinos acudieron a la cita para demostrar, una vez más, que son los más True de todo el mundo.
Los teloneros en esta segunda parte del tour eran Coheed and Cambria, aunque yo hubiera preferido a Alice Cooper. Todo no podía ser. Accedimos al interior tras palpar el ambiente previo, lo cual es, insisto, toda una experiencia. El despliegue está pensado para que el fan se preocupe sólo de la música y el disfrute. En cuanto al resto, todo son facilidades. Es sabido que el público estadounidense no es tan pasional como el latino, o incluso el europeo cuando nos ponemos, pero hablar de Maiden es decir palabras mayores, y la emoción que rodeaba todo era evidente. Muchos asistentes iban a ver a la más grande banda de Heavy Metal de todos los tiempos y la diversidad de edades sorprendía.
El resto, os podéis imaginar. La magia invadió el Verizon Wireless Anphitheatre desde que se apagaron las luces con el "Doctor, doctor" de UFO. Unos 25 grados de temperatura y alta humedad, y griterío ensordecedor cuando la intro y los azules y blancos del "Seventh son" invadían el enorme escenario. Empieza "Moonchild" y una nube de cámaras y teléfonos confunde con su brillo a la masa. La banda sale casi de memoria, tras tantos conciertos previos en la gira los primeros movimientos son cualquier cosa menos improvisados, y el público se mantiene entre expectante y enloquecido, seguramente sabedor del chaparrón de clásicos que hay por delante.
Steve Harris fue el único que pareció estar algo más frío que los demás. Quizás cansado, ocupó un segundo plano poco usual, junto a Murray y Smith, que estuvieron finos, como siempre, pero sonrientes en todo momento. No hace falta poner cara de malo para hacer buen Heavy. Janick Gers es totalmente singular, y sus bailoteos llegan a despistar si fijas tu mirada en él. Nicko se lució en varios temas, y se llevó, durante la presentación final, la ovación de la noche. Cosa que ya no es nueva.
Lo de Dickinson es digno de estudio. Su personalidad avasalladora da la medida de que una megaestrella puede parecer humilde si conecta con la gente, y a eso se dedica, además de saltar y correr sin freno. En cuando a su estado de forma, intachable. Cualquier crítica en ese sentido carece de fundamento. "Can I play with madness!" no es de mis favoritas, pero funciona con el público, sin duda, que corea el estribillo antes de que la voz del carcelero de "The prisoner" encienda definitivamente la llama que caldea la olla a presión en la que se convierte aquello, a pesar de ser al aire libre. Uno de los mejores temas de su discografía, que grabamos desde nuestra posición para que podáis disfrutarlo a pequeña escala.
A partir de ahí, lo mejor de la noche. No hace falta describir demasiado cómo fue todo: "2 Minutes to Midnight", la mágica "Afraid to Shoot Strangers", con ese medio tiempo inicial que va in crescendo hasta que las guitarras se hacen cargo de unas melodías embriagadoras; "The Trooper", con la entrega total de una audiencia que adora este tema; la mítica "The Number of the Beast" y la inigualable "Phantom of the Opera", otra de esas canciones que debería estar en todos los conciertos. Entre los derechos humanos reconocidos a todos los metaleros del mundo debería estar el disfrute de este tema al menos una vez en la vida. Y, como traca final, "Run to the Hills", en la que por una vez en toda la noche casi ni se escucha a Bruce debido al coro unitario de las 35.000 almas que estábamos allí, especialmente cuando Eddie hace su primera aparición, vestido de soldado.
"Wasted Years" fue la transición hacia el ecuador del show, que marcaba la gran "Seventh Son of a Seventh Son", una de esas piezas que explican la evolución de Maiden hacia territorios progresivos. A mi juicio, la única que iguala a la emblemática "Rime of the ancient mariner". Rápida, lenta, virtuosa y otra vez rápida, hipnótica, con Bruce vestido de túnica y un Eddie gigante que vigila desde el fondo de la escena con una bola del mundo en sus manos. Esos ocho minutos ya merecerían la noche por sí solos, pero quedaba la traca final.
"The Clairvoyant", a fuerza de ser sinceros, sabe a poco tras la hora anterior, pero uno es consciente de ya estamos cerca del final y hay que saborear cada segundo. Así que, aunque es un ritual, quizás ya repetitivo, la poca voz que nos queda la gastamos en un manoseado "Fear of the Dark " que antecede al cierre en falso con la madre de todas, "Iron Maiden", incluyendo de nuevo a Eddie, con Janick colándose entre sus piernas, y pirotecnia por doquier, entre fuego y explosiones.
Por suerte, aún nos quedaban algunos "Scream for me Southern California, scream for me Irvine!". Supongo que, como yo, sentís algo especial cuando suena en directo la primera canción de Maiden que escuchasteis en vuestras vidas. Yo también. Así que la mítica "Aces high" entró como gloria pura por mis oídos, tras el discurso de Churchill y con una hermandad y comunión absolutas entre público y banda. El final fue una fiesta, con "The Evil That Men Do" y la añeja "Running Free". El silencio se hizo, las luces se mantuvieron apagadas pero el que volvieran a salir no pasó de ser un sueño. "Always look on the bright side of light" nos despertó de una noche inolvidable, seguramente irrepetible.
Se les puede censurar por muchas cosas, pero jamás por no entregarse al 100% cada noche que salen ante el público. Continúan en gran forma física y musical y, aunque sus últimos trabajos discográficos flaqueen, dudo que en los próximos años haya una sola banda que se pueda acercar a su legado. El "Maiden England tour 2012" no pasó por Europa, y es una pena, porque el repertorio es de tal altura, tan repleto de clásicos, de temas memorables, irrepetibles, que todos deberiais tener la oportunidad de verlo. Cruzad los dedos, a ver si en 2013... Y que ojalá se organice por promotores con la mitad de sensibilidad que se tiene en Estados Unidos hacia el público que paga.